Cambio de hora en Chile ¿Contribuye realmente al ahorro de energía?
Este sábado se realizará el cambio al horario de invierno en todo el territorio chileno continental, práctica que lleva décadas instalada, pero que actualmente es cuestionada por quienes aseguran que no es un beneficio real para el ahorro energético.
La primera persona en proponer el cambio en el huso horario fue Benjamín Franklin en 1784, cuando era embajador de Estados Unidos en Francia, quien envió una carta al diario parisino The Journal y escribió un tratado llamado Proyecto Económico para disminuir el costo de la luz. Aunque no fue tomado en cuenta en su momento, Franklin argumentaba que «Al levantarse a las seis de la mañana y ver el sol brillando tras la ventana pensó que se perdían muchas horas de luz, mientras que por las tardes la gente tenía que encender muchas velas para poder seguir trabajando en la oscuridad», lo que fue el germen que posteriormente, con las guerras mundiales venideras, llevó a implementar el cambio de hora en Europa y Estados Unidos, como un método para ahorrar combustible, recursos y energía en tiempos de carencia.
En Chile, la práctica de la modificación de la hora también vino acompañada de la necesidad de ahorrar recursos, en este caso, provocados por una gran sequía que azotó al país en la segunda mitad de los años sesenta.
Fue específicamente en 1968 que nuestro país enfrentó una de las sequías más significativas de los últimos 100 años. La compleja situación derivó en cortes diarios de energía eléctrica. Esto llevó a Edinson Román, ingeniero de Chilectra, a sacar sus cálculos, concluyendo que la más alta demanda energética se generaba entre las 19:00 y 20:00 horas, cuando se prendían las luces de domicilios y negocios al mismo tiempo.
La poca experiencia internacional en cuanto a cortes de electricidad hizo que en un principio la idea de Román no fuera bien recibida. Hasta que finalmente, durante el gobierno de Frei Montalva, se emitió el decreto para cambiar la hora a contar del 2 de noviembre de 1968, comenzando la aplicación de la medida de diferentes husos horarios para cada temporada.
Aunque se suponía que esta estrategia sería solo por dicho año, las constantes sequías llevaron a que en 1970 se dictara la ley que establecía que “en cada año, la hora oficial se adelantará en 60 minutos” a comienzos de la temporada de verano.
Una medida no tan perpetua
Actualmente, menos del 40% de los países del mundo realizan este ajuste, a pesar de que más de 140 lo aplicaron en algún momento.
Esta variación puede deberse a los distintos estudios que cuestionan la real efectividad de esta política. En el caso de nuestro país, por ejemplo, un equipo del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Santiago de Chile llevó a cabo la investigación Cambio de horario y su efecto en el consumo de energía eléctrica, el cual concluye que el ahorro energético anual en el país y el mundo se encuentra bajo el 1% y que, de hecho, el consumo aumenta en algunas regiones del territorio nacional.
En concreto, el estudio señala que “Nunca se había publicado una metodología específica, con números reales, para medir el impacto del cambio de hora. Nosotros quisimos definir eso, registrar la curva de consumo diaria y, a partir de esa información, pudimos determinar que las horas punta no cambian entre el horario de verano y de invierno”.
John Ewer, cronobiólogo y académico del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso, señala que el cambio del huso horario produce alteraciones tanto neurobioquímicas como neuropsicológicas, ya que «afecta el desempeño, genera más accidentes y las personas están menos concentradas»
Entre algunos de los factores que los especialistas asocian al ajuste de horario, se encuentran la fatiga, dificultades para levantarse, ansiedad, irritabilidad y una mayor tendencia a infartos. Esto, producto de que estas modificaciones afectan nuestro reloj biológico, el cual está determinado por la presencia o ausencia de la luz del sol.
Todas estas variables han llevado a la comunidad científica en Chile a enfocarse en encontrar e impulsar otras políticas públicas que contribuyan al ahorro energético, y así terminar con esta práctica que trae más inconvenientes que beneficios a la salud de las personas.
En un evento pasado organizado por la Fundación Encuentros del Futuro, se insistió en que hay suficiente evidencia científica como para abandonar el cambio de hora y decidirnos definitivamente por uno.