(Columna) ¿Cómo avanzar hacia un mundo más humanitario?
Por Ricardo Farias
Es fácil en el mundo actual dejarse llevar por distractores como el contenido de consumo rápido de las redes sociales y los programas de televisión, así como por los paradigmas que estos nos plantean.
A simple vista, parecería que todo está bien. Dichos medios nos hacen creer que lo más importante en la vida es adquirir cierto estilo de vida: una carrera próspera, una casa grande y un auto lujoso. Todo esto apunta a un éxito individual que nos puede llevar a creer que eso es lo único relevante, como si al contar con todo esto nos volvieramos mejores que el resto. Nos olvidamos de otros contextos que existen en el mundo, los cuales, como el aumento del costo de la vida, nos afectan a todos de alguna manera.
Mientras estamos pendientes de esto, en el mundo aún existen personas que pasan hambre. Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, Alrededor de 733 millones de personas pasaron hambre en 2023, lo cual, según el Informe Mundial sobre Crisis Alimentarias, se debe principalmente a los conflictos que asolan a 20 países, a los que corresponden 135 millones de personas; los eventos climáticos extremos, responsables del hambre de unos 57 millones de personas; y los embates económicos que causan la falta de alimentación de 75 millones de personas en 18 países.
Con todo esto, podemos darnos cuenta la sociedad puede llegar a dividirnos a través de aspectos como el país de donde venimos, el partido político que escogemos o nuestro equipo de fútbol favorito, alejándonos unos de otros e impidiendo que nos unamos pongamos de acuerdo para solucionar los problemas que nos afectan a todos y para generar el cambio real en el mundo.
Podemos mencionar varios ejemplos. La guerra de Rusia – Ucrania ha implicado un aumento en el costo de los alimentos, debido a que Ucrania debe recurrir a vecinos europeos para lograr exportar productos como el trigo o maíz. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como resultado de este conflicto, los precios mundiales de los alimentos alcanzaron un máximo histórico en marzo de 2022.
E incluso sin ir más lejos, la nueva crisis en Venezuela tras las últimas elecciones presidenciales, podría provocar un aumento en la migración hacia otros países, los cuales no están preparados para un problema de estas características.
Pero no todo es malo. A lo largo de la historia humana también se han desarrollado procesos que apuntan a lo contrario: a la empatía y la consideración.
Por ejemplo, el 13 de mayo de 1888 Brasil se convirtió en el último país en declarar por abolida la esclavitud. En Chile, en 1877, un decreto autorizó a las mujeres a cursar estudios universitarios. El Tratado Antártico de 1959 y del que nuestro país pasó a ser parte en 1995, aseguró a la Antártida como reserva natural dedicada a la ciencia y en la cual no se podía intervenir con fines económicos o políticos.
Entonces, no es algo imposible para la humanidad encontrar caminos hacia un accionar pensando en el bienestar común, en construir un mundo donde todos tengamos los mismos derechos y obligaciones. Un mundo en el cual todos podamos aspirar a alcanzar la felicidad y la realización personal. Sobre todo hoy, cuando las tecnologías nos permiten acceder a todo tipo de información y comunicarnos de manera inmediata con quien queramos.
Claramente aún falta mucho. En varios países, incluido Chile, los animales aún son considerados como objetos. El conflicto en la Franja de Gaza ha provocado la muerte 12.300 niños y jóvenes en tan solo unos meses, mientras en Hollywood las celebridades asisten a ostentosas galas. Coexistimos día a día con prácticas tan detestables como el abuso infantil o la guerra, pero está en cada uno de nosotros hacer el cambio de forma interna, para luego contagiarlo a todo el que nos rodea y llegar a los grandes organismos internacionales que pueden ser el puente para seguir construyendo grandes cambios.
La base de todas estas transformaciones que necesita la humanidad la conocemos hace mucho, pero al parecer la olvidamos: Que todos somos iguales y, por lo tanto, todo lo que hagamos puede afectar a los demás. No hagamos a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros.