Día de la Infancia: ¿Cuánto afectan los traumas de la niñez en la vida adulta?
Hace unos días se celebró en todo el mundo el Día Internacional de la Infancia, fecha en la cual se resaltan los derechos de los niños, y cómo los adultos y el Estado deben garantizarles el cumplimiento de dichos derechos.
Sin embargo, existen muchos casos en donde esto no ha podido ser llevado a cabo. Sin ir más lejos, en Chile se han conocido varios casos en los cuales algunas instituciones han pasado a llevar los derechos y dignidad de los infantes más vulnerables.
También a nivel familiar la situación es preocupante. Según cifras de UNICEF recogidas por CIPER, “un 71% de los niños, niñas y adolescentes (NNA) chilenos recibe algún tipo de violencia ejercida por alguno de sus cuidadores primarios”. Este hecho conlleva que “los NNA que experimentan o son testigos de violencia, malos tratos o negligencia tienen dificultades para lograr los hitos del desarrollo esperados según su edad, así como un mayor riesgo de presentar trastornos conductuales, estrés postraumático, ansiedad y depresión”. Esto, debido al impacto y el trauma en la capacidad de regulación emocional, en las relaciones interpersonales, la memoria y la tolerancia al estrés.
Es por lo anterior, que la violencia intrafamiliar ha sido considerada una de las principales fuentes de trastornos mentales en la adultez. De hecho, según la última entrega del Termómetro de la Salud Mental del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales UC, en conjunto con la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), publicada a finales del 2022, un 33% de los chilenos entre 21 y 68 años reconoce síntomas asociados a problemas de salud mental, a lo que hay que añadir que diversos estudios muestran una prevalencia de trastornos mentales del 38% en niños, niñas y adolescentes.
En la misma línea, la empresa de análisis de mercado Ipsos publicó en el 2022 la encuesta “Monitor Global de Salud”, en la que se consultó la percepción de más de 23.500 personas pertenecientes a 34 países. En cuanto a Chile, el estudio reveló que el 62% de los entrevistados considera que la salud mental es el mayor problema sanitario del país, muy por encima del promedio global (36%).
Un reciente estudio presentado en el Congreso Europeo de Psiquiatría en París concluyó que haber sufrido un trauma infantil aumenta el riesgo de padecer síntomas psiquiátricos en la adultez. Asimismo, que existe una diferenciación de género en el trauma, siendo las niñas más afectadas por abusos sexuales y los niños por abusos físicos.
Identificar y tratar
Para Claudia Barrera, asistente social de ONG Todos Decidimos, un trauma infantil surge a partir de “una situación dolorosa, angustiante y fuertemente impresionante que vive una persona en su niñez y que deja consecuencias mentales y físicas”.
Las formas en que estas situaciones llegan a convertirse en un trauma son variadas. Según Barrera, “puede provenir de un solo evento estresante o peligroso, como también puede resultar de la exposición repetida y prolongada a eventos altamente estresantes, así como a múltiples eventos traumáticos en un período de tiempo”.
Para la asistente social, estos eventos a veces no son identificados debido a que hay un porcentaje de víctimas que, como protección, olvida lo sucedido. Sin embargo, “las señales de trauma en un niño pueden incluir obsesión por la muerte o la seguridad y problemas para dormir, comer, prestar atención y regular las emociones. Los niños que han experimentado estas situaciones también pueden empezar a evitar el lugar en que la experiencia traumática tuvo lugar”.
Por lo tanto, identificarlo no es imposible, sino que “se debe estar atento a cualquier cambio raro, diferencias que tenga el niño o niña en su actuar común, dar espacio de confianza y tranquilidad, como pintar un dibujo juntos y conversar. Si se tiene algún relato donde vivió algún maltrato se debe recurrir a la autoridad competente (Hospital, médico tratante, buscar apoyo psicológico, policía, etc.)”.
De no ser tratados correctamente, estos eventos pueden traer consecuencias en la vida adulta tales como “problemas de autoestima, dificultades en las relaciones interpersonales y de confianza, de apego, en el auto-concepto, la visión de los demás y del mundo. Por ejemplo, mostrando una actitud complaciente o huidiza, relaciones interpersonales basadas en la inseguridad y el miedo en el futuro, tanto en las relaciones sociales como en las relaciones de pareja”.
En los casos más graves, se pueden desencadenar “hipervigilancia, problemas para manejar las emociones, problemas para entablar relaciones, trastornos mentales graves, psicóticos, de ansiedad, alimentarios o del sueño, depresión, intentos de suicidio o consumo de sustancias y drogodependencia. Así también anorexia nerviosa, obesidad, fibromialgia y trastornos de la piel, repercutiendo todo ello también en la salud física del paciente”.
Sin embargo, Barrera es clara en que nada está tallado en piedra y que la superación de un trauma es posible “dependiendo de las características personales, fortalezas y debilidades que tenga la persona”.