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Día del Bosque: Cuánto tienen que ver los monocultivos en los grandes incendios forestales

En los últimos años hemos visto cómo los incendios forestales se hacen cada vez más frecuentes y destructivos. Sin ir más lejos, este año fueron 449.800 hectáreas afectadas. Y no solo eso, sino que el fuego se lleva también consigo la vida de la flora y fauna nativa, para quienes la foresta era su ecosistema y hogar.

La historia de la humanidad con los bosques data desde sus inicios, cuando los utilizaban para buscar refugio y material para construir casas, herramientas y armas. En Chile, particularmente, el bosque era adorado por las comunidades indígenas, pues les proporcionaba lo antes mencionado, convirtiéndose además en parte de su cosmovisión.

Más adelante, con el crecimiento de la actividad económica y el comercio internacional de trigo y cobre, comenzó la explotación de los bosques para la generación de combustible o madera. Sin embargo, el paso más perjudicial para el la foresta chilena vendría en los siglos XVIII y XIX, cuando se dio inicio a la práctica que la aqueja hasta el día de hoy: la utilización del fuego para despejar terrenos que luego serían destinados a la agricultura. Esto provocó la pérdida de la cubierta vegetal y, con el tiempo, la erosión de los suelos previamente fértiles.

Según reporta el sitio Memoria Chilena, en un principio el mundo de la ciencia y agronomía se vio preocupado por esta pérdida de los suelos, pues lo consideraban perjudicial para la supervivencia económica del país. Así, se planteó como solución una política de plantaciones forestales. Con el Decreto de Ley 701 (1974), se establecieron una serie de subsidios o incentivos tributarios del Estado para realizar esta reforestación, la cual contemplaba plantaciones de especies de crecimiento rápido, como pino y eucalipto, las que además resultaron ser altamente productivas para cumplir con la demanda internacional de productos como madera y celulosa.

Sin embargo, los efectos de estas especies en el suelo fueron altamente perjudiciales para los ecosistemas, pues las plantaciones desecaban las vertientes y manantiales, acidificaban los suelos e impactaban negativamente en la flora y fauna, además de ser muy inflamables. Por esto, en la década de los 80 comenzaron las criticas a este sistema de forestación desde los sectores ambientalistas.

 

Un problema que continúa

Si bien las manifestaciones en contra de los monocultivos forestales comenzaron en los 80s, el problema que las origina continúa estando presente. Cada verano, contemplamos anonadados como el fuego consume hectáreas y hectáreas de bosque, arrasando a su paso con personas, animales y vegetación.

Con un poco más de 3 millones de hectáreas a lo largo del país, concentradas principalmente entre las regiones de O’Higgins y Los Lagos, los monocultivos dominan el área afectada por los siniestros. Según cifras de CONAF (2021) estos equivalen al 17,27% del total de los bosques en Chile y corresponden en un 60% a pino radiata y el 33% a eucalipto.

Durante 2019, cuando los incendios forestales también se hicieron parte del acontecer nacional, el profesor del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables de la Universidad de Chile, Álvaro Gutiérrez, señalaba que las condiciones de sequía que en ese entonces ya afectaban al país, se sumaba a las plantaciones forestales. “Se trasforma en un paisaje muy homogéneo, no hay interrupciones en combustible” explicó.

Este pareciera ser un motivo más que suficiente para terminar con los incentivos para la plantación de monocultivos forestales. Más aún, considerando que durante el periodo 2010 – 2022 este tipo de vegetación ha sido el más afectado por los incendios, con 44.000 hectáreas quemadas al año, lo que corresponde al 40% del área total afectada, versus el 17% que representa el bosque nativo (CONAF). Cifras que, además, representan un aumento de más del doble con respecto a la década de los 90s, cuando los incendios de las plantaciones forestales afectaron a 10.000 hectáreas.

 

¿Solución a la vista?

Además de los monocultivos de especies inflamables, el aumento de los incendios puede atribuirse también a la sequía por la que atraviesa el país a partir del 2010 (igualmente provocados por plantaciones que dañan la tierra). Por esto, en el 2022 se promulgó la Ley Marco de Cambio Climático, la cual establece facultades y obligaciones a nivel central y regional para combatir las emisiones de CO2, buscando llegar a índices neutrales de carbono para el 2050.

En palabras para CIPER del Ingeniero Forestal y profesor Titular de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile, Antonio Lara: “Las plantaciones forestales en Chile son emisoras netas de CO2, altamente inflamables, y representan un 40% del área quemada anualmente, además de tener impactos negativos sobre los caudales, provisión de agua y biodiversidad”. Asimismo, señala que “en lugar de ayudarnos a que Chile mejore el balance de gases de efecto invernadero y se acerque a la carbono neutralidad, nos alejan de ella”.

El artículo 5 de la Ley contiene “lineamientos relativos a conservación de ecosistemas, restauración ecológica, forestación y reforestación con especies nativas, además de que los lineamientos no incentivarán la plantación de monocultivos forestales”.

Este alcance no ha sido bien recibido por los sectores gremiales del área forestal, a pesar de estar plenamente justificado por la evidencia científica, diferentes estudios de suelo y por el Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero. Habrá que esperar para ver si la Ley cumple su objetivo y logra mitigar los grandes y perjudiciales efectos que los incendios forestales tienen en la vida silvestre, las especies vegetales nativas y la vida de cientos de personas que han perdido sus hogares.

 

Bibliografía:

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